21 abril 2012

Sensibilidades cristianas


































Como católico sé muy bien que de la Iglesia han surgido personas ejemplares que se han entregado a los demás, especialmente a los más necesitados. Es el caso del padre Damián que dio su vida por los leprosos que habitaban la isla hawaiana de Molokai.

En efecto, el beato padre Damián contrajo lepra en 1885 a la edad de 49 años y, a pesar del avance de la enfermedad, rehusó ser trasladado fuera de la isla para recibir tratamiento. Con su cuerpo desformado y grandes sufrimientos continuó su ministerio en Molokai hasta el fin de su vida.

El día 16 de noviembre de 1887, unos meses antes de morir, escribió a su hermano una carta en la que decía lo siguiente:

"Continúo siendo el único sacerdote en Molokai. El padre Columbano y últimamente el padre Wendelin Moellers son los únicos hermanos que he visto desde hace dieciséis meses. Por tener tanto que hacer, el tiempo se me hace muy corto; la alegría y el contento del corazón que me prodigan los Sagrados Corazones hacen que me crea el misionero más feliz del mundo. Así el sacrificio de mi salud, que Dios ha querido aceptar haciendo fructificar un poco mi ministerio entre los leprosos, lo encuentro después de todo bien ligero e incluso agradable para mí, atreviéndome a decir como San Pablo -Estoy muerto y mi vida está escondida con Cristo en Dios-".


La Iglesia católica, sin embargo, tiene otras caras no tan luminosas y otros miembros con vidas no tan cercanas a Dios como la del padre Damián. Es más, a lo largo de la Historia de la Iglesia podemos encontrar actuaciones radicalmente incompatibles con una organización santa, católica y apostólica. 

Me refiero a los excesos de la Inquisición, a los abusos sexuales ejercidos por algunos sacerdotes y, especialmente, a la connivencia de la jerarquía eclesiástica con gobiernos y organizaciones que no respetan los derechos humanos (dictaduras militares en América Latina, regímenes fascistas en España o Italia y, recientemente, en Cuba y en Euskadi.













29/01/1995 Alberto Ruiz Gallardón se refiere a la homilía del obispo de San Sebastián, José Mª Setién, en el funeral de Gregorio Ordóñez, y declara lo siguiente:

"Siendo él una persona de la jerarquía de la Iglesia, no está defendiendo, de ninguna de las formas, el mensaje de paz que es la esencia del cristianismo. Yo no veo en las palabras de Setién el mensaje de Cristo. En sus discursos pone al mismo nivel el reproche intelectual, humano y cristiano hacia los terroristas de ETA y a quienes son víctimas de ETA." 



















"En los días ya lejanos del régimen de Franco no dudé en ponerme del lado de aquellos que sufrían mengua de sus derechos civiles (libertad de opinión, de asociación). Y en sus derechos sociales (libre sindicación, derecho de huelga). Y acepté las consecuencias de mi actitud: llamamiento a comisaría, privación de pasaporte, multa, enfado del obispo y alguna amenaza de muerte.
 
No me arrepiento de ninguna forma de haberme puesto del lado de aquellos a quienes no les eran reconocidos sus derechos y libertades. Pero esta actitud traía consigo una inercia maligna, a saber, una vergonzosa tibieza frente a la primera criminalidad etarra. Olvidamos entonces en alguna forma aquello de que «matar a un hombre es, antes que nada, matar a un hombre y no defender una causa». El recuerdo de ello me produce pesar y sonrojo. Y me siento obligado a pedir perdón. 

Pronto sobrevino en mí, sin embargo, una progresiva toma de conciencia de la intolerabilidad del crimen, una ruptura creciente con cualquier insensibilidad, una dinámica de proximidad y de hermandad con las víctimas del terror etarra. 

Me siento inmensamente satisfecho de mi «conversión» y de «seguir teniendo abiertos los ojos y el corazón a la terrible realidad de nuestro país» de cientos de asesinados, extorsionados, amenazados, obligados a llevar escolta, a la dolorosa realidad de aquellos que tienen para siempre rotas sus vidas.

Y soy consciente de ser, junto a un puñado de colegas, «una rara avis» en el conjunto del clero vasco, en especial del guipuzcoano, en una buena parte, insensible, mudo e indiferente frente a las víctimas


Me duele que el Lehendakari no haya sido capaz de formular una petición de perdón y que cientos de miembros del clero, religiosos y religiosas de nuestra diócesis no hayan sido hasta hoy capaces de firmar un documento en el que dejen constancia de su arrepentimiento por su silencio y su frialdad frente a las víctimas de la criminalidad etarra. Y, en cambio, hayan clamado por los presos etarras y sus familias y por los supuestos agravios inferidos al euskera.  

Una muestra más de la degradación moral en que está sumida desde hace ya años este nuestro país. Como lo es el que existan grandes sectores de la población para los cuales todavía los criminales múltiples y empedernidos gozan de consideración, si no es que son recibidos como héroes al regresar a sus pueblos. 

Nada urge más en este país enfermo que una reparación de su tejido moral gravemente deteriorado."








15/08/2007 Juan María Uriarte, Obispo de San Sebastián, en su homilía de la fiesta de la Virgen en San Sebastián declara:

"Es necesario que todas las partes recorten sus legítimas aspiraciones para buscar el acuerdo y lograr la paz."









21/10/2007 José María Setién, el obispo emérito de San Sebastián, en entrevista publicada en el diario El País con motivo de la presentación del libro "Un obispo vasco ante ETA", ante la pregunta de si la violencia no invalida la justicia y la ética de los objetivos políticos de ETA, responde lo siguiente:

"Me refiero a los objetivos de autodeterminación y territorialidad. Detrás de la situación del País Vasco hay una injusticia que no denuncia únicamente ETA. Los derechos históricos vascos fueron violentados mediante la acción de una violencia que se ha convertido en Derecho. Y lo que quiero saber es si esos derechos existen o no y si han sido incorporados debidamente a la Constitución." 



(Inicio actualización 22/04/2018)




09/04/2012 Juan María Uriarte, el excelentísimo y reverendísimo obispo emérito de San Sebastián, visita al exlíder del sindicato LAB, Rafael Díez Usabiaga en la prisión de El Dueso en la que estaba condenado a 10 años por intentar reconstruir Batasuna (una organización ilegal por pertenecer a ETA) junto a Arnaldo Otegi.

17/12/2017 Uriarte, en entrevista en El Diario Vasco, declara lo siguiente

P. Superados seis años del cese definitivo de la violencia de ETA, ¿qué balance hace del tiempo transcurrido?

R. Estamos sensiblemente mejor. La convivencia pacífica va dando pasos. El riesgo de retornar a una situación violenta es inexistente. Se nota un alivio general. La pesadilla social se ha disipado. Con todo, hay nudos que aún no se han desatado. Muchos esperamos una política penitenciaria más acorde con el cambio producido, que aproxime a los presos hacia su lugar de origen y sea más humana con los presos gravemente enfermos. Asimismo, esperamos de ellos que se acojan a las medidas individuales previstas por la ley para mitigar o cancelar, según los casos, su situación penal. Esperamos un reconocimiento del daño y del mal causado por ETA. También de parte del GAL, y otros grupos análogos, alguna muestra de reconocimiento por haber violado en bastantes ocasiones derechos humanos intangibles y universales.

(...)

P. ¿La Iglesia puede jugar un papel para contribuir al cierre definitivo de la historia protagonizada por ETA?

R. Debe y puede hacerlo en la medida en que mantenga su credibilidad y se reconozca su largo trabajo por la paz. Su aporte debería consistir en contribuir a una convivencia normalizada, impregnada de espíritu de reconciliación. En mantener viva una memoria crítica del pasado. En alentar esperanza con respecto al futuro. Creyentes, comunidades y responsables están llamados a contribuir, junto a otros grupos, en esta noble tarea.
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Los tres obispos vascos: Elizalde (Vitoria), Iceta (Bilbao) y Munilla (San Sebastián)


















Pese a que Juan María Uriarte (al igual que José María Setién) ha legitimado en numerosas ocasiones las aspiraciones políticas de ETA, la organización terrorista y nacionalista vasca que ha asesinado a más de 850 personas para conseguir sus objetivos políticos, y se ha situando más cerca de los asesinos que de sus víctimas, el pasado mes de diciembre afirmó que la Iglesia había realizado un "largo trabajo por la paz" y se atrevió a reconocer que "muchos esperamos una política penitenciaria más acorde con el cambio producido, que aproxime a los presos hacia su lugar de origen y sea más humana con los presos gravemente enfermos". 

Sin embargo, anteayer, el mismo día en el que ETA anuncia su disolución y solo pide perdón a "las víctimas que no tenían una participación directa en el conflicto"los tres obispos vascos, en una declaración conjunta con los prelados de Navarra y Baiona, piden perdón por las complicidades de la Iglesia con ETA.

Por fin, como dijo Herman Tertschla iglesia vasca se aproxima un poco a los muertos y a sus familiares, esos 'leprosos sociales' que aún viven en Euskadi. 

En definitiva, por fin las sensibilidades cristianas de la Iglesia se aproximan, aunque solo un poco y demasiado tarde, a las padre Damián.







(Fin actualización 22/04/2018)